¿Qué sucede cuando un cura aprende sobre el cambio climático? La respuesta, según la película “El Reverendo” (First Reformed), no es muy placentera. ¿Puede Dios perdonarnos por lo que hicimos al planeta? Quizás, pero tal vez deberíamos preguntarle primero a la naturaleza misma si es capaz de perdonarnos. Ahora, el cambio climático no se trata de ningún suceso sobrenatural. Los efectos que estamos experimentando se vienen prediciendo desde hace décadas por la comunidad científica. La IPCC pronosticó que si no se ponía en efecto un cambio inmediato para el 2015, las consecuencias serían irreversibles. En el momento que escribo esto, el mundo se encuentra en la entrada de un año nuevo, un año en que lo más probable sea que todo siga igual en cuanto a políticas medioambientales. Cada año, los representantes de los gobiernos del mundo y las grandes corporaciones se congregan para “juramentar” que se comprometerán a reducir su número máximo de emisiones. Pasan los años y ese número sigue incrementando. No es de sorprenderse, pues, que muchos adopten la perspectiva más fatalista en cuanto a problemas que no tienen fácil solución. En realidad, no basta con que unas cuantas compañías reduzcan su número total de emisiones, o que todos nos compremos un carro eléctrico; la única manera de afrontar esta crisis es un cambio radical de nuestro sistema. Más precisamente, un abandono del modelo económico actual basado en el crecimiento perpetuo apoyado sobre la extracción ilimitada de recursos. Podría explayarme, pero no he venido aquí a hablar sobre política, sino de un film.
De manera clara y libre de pretensiones, la película demuestra la realidad de vivir en un mundo envenado, tanto material como espiritualmente. Todo comienza cuando Mary, la esposa de Michael, un activista del medio ambiente sumido en la más honda depresión, le pide al reverendo Toller que consuele a su esposo perturbado. No se trata de ningún lunático o individuo desquiciado, sino un hombre respondiendo de la manera más natural ante una inminente catástrofe. Michael le confiesa al reverendo su deseo de que su esposa embarazada tenga un aborto, sintiendo que no es moralmente correcto traer nueva vida a un mundo como este. Toller intenta convencer a Michael de que la única forma de afrontar la desesperanza es con coraje, pero resulta en vano. Pocos días después, Michael se suicida de un escopetazo, y Toller es el primero que descubre el cadaver. En su último testamento, Michael le pide al reverendo y su esposa que esparzan sus cenizas en un lago contaminado, al son de un coro juvenil cantando canciones de protesta medioambiental. Pero eso no es lo único que deja Michael. Poco antes de la muerte de su esposo, Mary descubre un chaleco-bomba que su esposo estaba preparando para un eventual atentado terrorista.
Es entonces que Toller comienza su viaje hacia lo más oscuro de sí mismo, atormentado por las nuevas verdades que acaba de descubrir, no solo acerca del mundo, sino de sí mismo. Luego de hurgar en los archivos de Michael, Toller descubre que la empresa del dueño de la mega iglesia que administra su congregación, el magnate Balq, es una de las más grandes contaminadoras. Toller entonces intenta confesar sus preocupaciones a su jefe de congregación, pero este le dice que “se vaya a vivir al mundo real”. Al parecer, ni siquiera la iglesia misma parece compadecerse por la obra de su padre celestial.
No hay una sola piedra que la película deje sin voltear. Con un franco espiritualismo, sin intentar darnos un sermón, la película nos llama a repensar nuestra relación con el mundo que Dios creo, no para escupir en su cara, sino para glorificarle y alabarle por la bondad con que realizó su obra. Si los príncipes de este mundo optan por destruir el planeta solo para enriquecerse, es el deber de todo cristiano, si acaso se profesa verdadero creyente, el hacerle frente a estas potencias del mal. Sin embargo, parecería que hasta la iglesia misma está corrompida por dentro. Solo una minoría extrema de creyentes parece tomarse en serio las palabras de su mesías. Ahora bien, cuidar el mundo no es solo tarea del cristiano. Siendo sinceros, toda persona al tanto de lo que está pasando tiene una responsabilidad que debe asumir. Pocos lo hacen, es cierto. Quizás el más grande error que cometió la modernidad (por no decir “pecado”), fue hacernos creer que estábamos por encima de la naturaleza, que podíamos quemar todo el carbón del mundo, talar bosques enteros, saquear la tierra de minerales, asesinar cada año millones de animales y no sufrir absolutamente repercusión alguna. Bueno, las repercusiones ya están aquí, ¿qué nos queda? Por lo menos, creo que películas como El reverendo nos ayudan a dejar de lado el orgullo humano y contemplar nuestras faltas. Darse cuenta de que estas haciendo las cosas mal es, casi siempre, el primer paso para hacer las cosas bien.